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Lectura N° 4

LA ÉTICA DE LAS RELACIONES ORGANIZADAS

EL BIEN COMÚN

Para entender la responsabilidad ética del hombre de negocios es necesario que se tenga una noción recta de lo que es el bien común. En forma sintética podemos afirmar que el bien común es el conjunto de las condiciones de la vida social que posibilitan a los hombres el logro de la propia perfección en la forma más plena y expedita.
Así las asociaciones y organismos, entre ellos la empresa, y las muchas otras iniciativas -los negocios- en que se muestra el progreso de la sociedad deben regirse por sus propias leyes que, en pro del bien común, tiendan a una sincera armonía en la consecución de los fines que se propusieron.
El papel productivo de la empresa, su finalidad social que, es más amplia y general que la de procurar el bienestar de quienes trabajan en ella pues debe alcanzar con sus bienes y servicios al conjunto de la sociedad no puede quedar reducida al entendimiento entre trabajadores y empresarios, sino que debe servir para potenciar sus posibilidades y mejorar su capacidad y calidad productiva en beneficio del bien común.
Los medios naturales, la técnica y la organización deben brindar al empresario la posibilidad no sólo de ayudar a los hombres a cubrir sus necesidades y un honesto bienestar, sino también para llevarlos a una mejor condición de vida.
Por eso producir mayor número de bienes y hacerlo por el procedimiento más idóneo, son exigencias hacia el empresario en función de asegurar el bien común.
Por ello el empresario debe favorecer el progreso técnico, el espíritu de innovación, el afán por crear y ampliar nuevas empresas, la adaptación de los métodos productivos, el esfuerzo sostenido de cuantos participan en la producción, todo cuanto puede contribuir a un cumplimiento más efectivo del bien común.

La finalidad fundamental de este esfuerzo no puede quedar reducida al simple incremento de la producción, ni a aumentar el beneficio, ni tampoco su cuota de poder, sino que debe ser puesto al servicio del hombre, del hombre integral, teniendo en cuenta las necesidades materiales y las exigencias intelectuales, morales, espirituales de todo hombre, de todo grupo de hombres; así el empresario, siguiendo sus métodos y leyes propias, servirá en forma eficiente contribuyendo al desarrollo del bien común.
Pero para eso sus actitudes y comportamientos deberán estar regulados por principios éticos, relacionados con el respeto por los demás y la preocupación por el bien común y encuadrados dentro de un diálogo humano. El diálogo es un elemento central e indispensable del pensamiento ético de los hombres. Bajo forma de un intercambio, de esa comunicación entre seres humanos, que permite una búsqueda acertada hacia el bien común.
Este bien común supone la búsqueda de lo verdadero, bueno y justo para todo hombre y para todo grupo de hombres, tanto en la parte con la que se es solidario, como en la que se presenta como adversario.
El diálogo es al mismo tiempo búsqueda de todo aquello que ha sido y sigue siendo común a los hombres, aun en medio de tensiones, oposiciones y conflictos. La búsqueda del bien común por medios pacíficos, recurriendo a todas las formas posibles de negociación y de mediación.
Ahora es necesario precisar, para evitar equívocos, la diferenciación entre bien común y bien particular.

DISTINCIÓN ENTRE BIEN COMUN Y BIEN PARTICULAR

En síntesis podemos afirmar que el bien común es el de toda la comunidad y el bien particular el de cada uno de sus miembros. También se llama bien colectivo al bien común, pero bien colectivo es aquel que hace referencia directamente a la comunidad y sólo a través de ella a sus componentes.
También es fácil confundir bien público con bien privado. Entre lo privado y lo público referido a una comunidad, la diferencia es solamente de perspectiva. Se llama "privado" aquello en que los individuos componentes de una comunidad son considerados por sí mismos y “público" aquello en que la comunidad es considerada preferentemente sobre los individuos que la componen.

Esclarecidos estos conceptos todo orden, incluso el social presenta dos aspectos, uno de finalidad y otro de eficiencia. La eficiencia consiste en preguntarse el "por qué” y la finalidad el “para que”.
Con relación al bien común significa la eficiencia el preguntarse “por quien", o sea por causa de quien se constituye dicho bien. Debemos entenderlo por “el bien como producido en común” este sería el aspecto eficiencia, y por el bien común "destinado al común", éste referido a la finalidad.
Ambos términos llevados al lenguaje empresario significarían que el aspecto eficiencia se refiere a producción y el aspecto finalidad al consumo de los bienes, la primera afecta a los medios y la segunda a los fines.

EL BIEN PRODUCIDO EN COMÚN

La producción de un bien tiene dos etapas. La primera es la idea que tiene un hombre para realizar un producto, y a esto le llamaríamos la etapa de la percepción, ya que no puede hablarse de producción en términos de un hacer industrial.
Muchas veces los economistas, cayendo en un craso error, llaman a esta la primera etapa del ciclo económico. Una etapa es la de la composición y otra la de la realización. La primera comprende la invención de herramientas o métodos de procedimiento y la segunda la ejecución con el manejo por parte de los operarios.

Una y otra pueden ser realizadas en común o en forma individual. El individuo es el punto de arranque de todo el progreso humano, sobre todo por medio de sus facultades creadoras, que designamos comúnmente con la palabra talento.

Todo individuo está dotado no sólo de sensibilidad y memoria sino de una capacidad de elaboración que la denominamos "cultura" de dos signos:
Uno "intelectual", que tiene su complemento en la "física" que forma parte de la habilidad mayor o menor de realización. Otra de estas facultades es también la sociabilidad, o sea la capacidad para realizarse en convivencia con otros. El bien común deja de serlo cuando se propone malograr los dones naturales. A este respecto, cada individuo nace con una determinada aptitud que es la que conforma su capacidad de rendimiento y con una afición, que en conjunto componen lo que llamamos vocación.
La vocación no es netamente acusada y perfilada nítidamente en todos los individuos, es sensible en la mayoría y sólo la percibe con nitidez una minoría selecta. Esta tiene una importancia preponderante en el éxito del "orden social" que se cifra en el auténtico descubrimiento y fomento efectivo de las vocaciones Individuales.
Todo individuo está llamado a convivir con otros en un ámbito social, y ello da origen a la división profesional del trabajo que está relacionada con la diferente capacidad de cada uno de los individuos. Pero no solamente por ello, porque caeríamos en un craso error, sino además por la imposibilidad de que cada individuo pueda atender debidamente a las innumerables tareas y a su ejecución eficaz. Esto ha dado lugar a la especialización que ha traído la limitación a problemas y temas cada vez más concretos, lo que dio origen a las profesiones.
Con la división del trabajo social se hace patente el bien producido "en común". Siguiendo a la idea de la especialización aparece la formación profesional, que representa una tarea para la cual el individuo no puede valerse por sí mismo y debe recurrir al fondo común que existe en la sociedad de la que participa.
Este fondo común puede ser transmitido por la vida privada en "lecciones particulares" o por la vía pública por intermedio de la escuela.
Hay una institución de carácter público y común en la producción de bienes que es el dinero. No es un bien en sí mismo, sino un valor que se conviene con los demás en forma de permuta o cambio. Siendo grandemente limitativo es que se han buscado crear otros elementos sustitutivos, como pueden ser los cheques y otros efectos bancarios para que pueda realizar se sin tropiezos la producción común del bien.
Todo lo hasta aquí mencionado tiene lugar en el ámbito del Estado, al que le cabe la función de gerente o administrador del bien común, que en su función esencial legislativa debe ser un promotor del mismo.

 

LA EMPRESA

La empresa debe ser una estructura económica que se configure conforme a la dignidad del hombre. En ella la justicia ha de ser respetada no solamente en la distribución de la riqueza producida, sino que debe permitir a todos y cada uno de sus integrantes, que en el desarrollo de su trabajo tengan la posibilidad de empeñar su propia responsabilidad y permitirles su de desarrollo como persona humana.
Por lo tanto en toda empresa en la que se comprometa la dignidad de la persona debe ser inmediatamente reformada su estructura por injusta, aun en el caso de que su productividad alcance altos niveles y la distribución de su riqueza se haga en justicia y equidad.
Si bien dados los particularismos de cada uno de los sistemas de producción es muy difícil, por no decir casi imposible, determinar una norma general a este respecto, debe buscarse que la estructura empresarial se con figure siempre a partir del hombre y de la prioridad de este sobre los demás elementos que la constituyen. Esa profecía debe ser en ambos aspectos tanto en el individual como en el social, al establecer tanto la finalidad de la empresa, como del conjunto de organismos que la constituyen en el proceso de producción, distribución y consumo de bienes y servicios.
Producción, lucro, dividendos, desarrollo, planificación, tecnología, etc, no son el fin de la economía. La compleja gestión económica es una ciencia y una acción al servicio del hombre. Los bienes esenciales se producen para satisfacer sus necesidades personales y comunitarias, para que el hombre se realice y perfeccione en planos más elevados que el de la mera subsistencia. Como consecuencia el trabajo no es sólo un medio para poder subsistir.
El hombre que trabaja tiene derecho al acceso a los bienes superiores de la existencia humana mediante el recurso de su trabajo. Allí nace la exigencia de justicia en las unidades de producción y esto debe darse a cualquier nivel del trabajo del hombre, específicamente y técnicamente diverso y asociado.
Mediante el trabajo al hombre, tomando como punto de partida su dignidad, la empresa debe permitirle alcanzar el ejercicio de sus cualidades más nobles, su inteligencia, su responsabilidad, un mínimo al menos, en la operación de los medios y fines de su actividad productora.
Toda empresa, pequeña, mediana, grande, estatal, privada, industrial, comercial, agrícola, debe llegar a ser una auténtica comunidad de personas.

 

CONCEPTO DE EMPRESA

Nos parece importante comenzar este punto definiendo el concepto de empresa. Podemos abarcar el concepto de empresa desde tres puntos de vista distintos: como actividad del empresario, como organización económica y como grupo social humano. Examinaremos las características fundamentales de cada uno de ellos.


a) COMO ACTIVIDAD DEL EMPRESARIO
Es el ejercicio de una actividad económica organizada con la finalidad de actuar en el mercado de bienes y servicios.
Esta definición reconoce como origen el concepto etimológico del término empresas acción de emprender, y el empresario resultaría un emprendedor, resaltando así su iniciativa y responsabilidad.
A pesar de que en las estructuras modernas de la empresa existe una preponderancia creciente hacia el trabajo en equipo, sigue teniendo preponderancia sobre todo en las etapas de concepción y creación, la energía creadora de una persona.


b) COMO ORGANIZACION ECONOMICA
Es una unidad económica organizada y autónoma dirigida a la producción de bienes o de servicios para el intercambio con otras unidades a través del mercado.


c) COMO GRUPO SOCIAL HUMANO
Es un grupo social humano constituido por personas libres que, organizadas jerárquicamente y profesionalmente cooperan mediante formas diversas como sujetos de derecho, sobre la base de contratos libremente concertados y con la finalidad común de producir bienes y servicios para su intercambio económico.
Esta definición parte del concepto de hombre, como autor, centro y fin de toda la vida económica social, podríamos decir que es el concepto antropológico de la empresa que cada día tiene más vigencia. Este concepto lleva implícita la participación de los trabajadores y se afirma en lo que ya hemos expresado de la comunidad de personas. Así la empresa pasa a ser una unidad social de producción y una unidad de servicios entre los hombres. Este es el concepto que más se acerca al tema que queremos encarar de la aproximación a la ética de la empresa como fenómeno típico y profundamente humano.

Partiendo de los fundamentos históricos presentes y su probable de desarrollo futuro y los factores endógenos y exógenos que la condicionan y la relación con los contextos internos y externos que la forman y su función social hacia los integrantes de la sociedad en la que está inserta como aproximación aportamos esta definición:
Es una organización del trabajo, ordenada a la creación de riquezas, que beneficia y contribuye a la realización de sus integrantes y sirve a la comunidad en la que se inserta.
Esta empresa si definido acciona a través de una serie elementos entre los que se destacan su libertad de decisión y de acción, elementos constitutivos fundamentales para definir a una empresa libre, y que se completa con la acción del empresario que se distingue por el riesgo y la incertidumbre, exigencias tales que si no existen podrá haber un agente económico pero nunca podrá llamarse empresa.
La empresa cumple una serie de funciones económicas y sociales entre las primeras podemos citar por su importancia, al capital, a la inversión, a la retribución a los distintos factores que intervienen en su accionar y las funciones sociales serían sus relaciones con la sociedad, con los sindicatos, con el Estado, especialmente en el cumplimiento de las leyes y el pago de los impuestos.
Para su funcionamiento exige el cumplimiento de dos grupos de tareas, unas de administración y otras de dirección. La administración moderna, que puede ser considerada como una ciencia y como un arte; como ciencia en los aportes elaborados que puede recibir de las ciencias humanas y sociales en general, y como arte en la capacidad de innovación, en el sentido creativo y en la formulación de propuestas audaces que la misma requiere.

LA EMPRESA COMO ENTE DINAMICO

Es urgente que las empresas adviertan el profundo alcance del cambio socio-económico que entraña la organización funcional del Estado moderno, que supone una limitación del espacio económico en que desarrollan sus actividades las empresas. Cualquiera que sea el signo ideológico que caracteriza a la organización estatal, es evidente que se producen procesos de difusión del poder de las empresas. Tiene que actuar, desenvolver sus actividades y defender sus intereses no sólo ante el Estado sino frente a una comunidad organizada autónoma, y en esto se ve enfrentada con el sistema impositivo su competencia para la planificación y su desarrollo autónomo.

EL EMPRESARIO

Este es el verdadero animador, conductor y emprendedor de la empresa.
Su tarea es sumamente compleja porque debe resolver una serie de problemas centrados en el individuo y sus expectativas y otra serie de problemas originados por su actuación, que en el fondo se reducen a un solo tipo: problemas de comunicación.
Entre los problemas referidos al individuo podemos citar: incomunicación entre los colaboradores, insatisfacciones en el personal, falta de estímulo o de motivación, inseguridad con respecto al futuro. Los problemas referentes a su actuación se centran en: dificultades en las comunicaciones con sus colaboradores, falta de definición en las tareas, insuficiencia en el mando, falta de definición de los objetivos y malas condiciones materiales de trabajo.

RELACIONES CON LOS GRUPOS DE PRESION Y DE INTERES

Para aclarar esta terminología, que corresponde a la sociología política, diremos que llamamos grupos de presión a los que están insertos directamente en la estructura política, y de interés a los que integran la estructura social. Así, podemos afirmar que un grupo de presión es un grupo de interés actuando políticamente.
Debemos entender que los denominados grupos de interés no son capaces de ejercitar presión, porque la misma es una característica común a ambos tipos de grupos, y aun los de interés pueden presionar ocasionalmente en el campo de la política.
La presencia de estos grupos no puede simplemente ser descalificadora porque algunas veces hayan actuado en forma incontrolada y en actitudes de desintegración social, sino que tenemos que tratar de que en una sociedad pluralista se integren debidamente en el bien común y sean factores de socialización.
Los grupos de interés se caracterizan predominantemente por su orientación económica, por su tendencia a ejercer presión, por no estar integrados jurídicamente en la constitución de los países, por reconocer pragmáticamente el bien común como idea rectora, por preferir la defensa y la utilización del Estado a la lucha entre sí.
Como ejemplo de grupos de presión podemos citar a los sindicatos, y los grupos de interés estarían representados por las cámaras, federaciones y demás agrupaciones gremiales empresarias.

LA EMPRESA COMO PODER

Haciendo una analogía nos cabe afirmar que la organización de la empresa se asemeja a la organización política. Como si fuera un Estado, tiene su territorio, el lugar físico que ocupa, sus bienes, personas que la integran, una constitución, su organización jurídica, órganos encargados del gobierno.
Como las sociedades políticas, puede organizarse de diferentes formas, en función sobre todo de su tamaño. Tiene una estructura jerárquica que ejerce los tres poderes clásicos: ejecutivo, legislativo y judicial.
El poder de la empresa reside en los dirigentes profesionales, que incluso pueden asumir puntos de vista, actitudes y motivaciones distintas a las del empresario clásico.
Esto ha dado lugar a un fenómeno similar al de las democracias, en las cuales el poder de hecho corresponde a quien lo ejercita y no a quienes formalmente se lo atribuyen.
En nuestra concepción filosófica, el poder es una carga conferida servicio de los otros, obliga a la búsqueda y puesta en práctica del bien común y a tener en cuenta la libertad y la naturaleza humana de los colaboradores. Hacemos nuestra esta definición de LAURENT, lo que nos exime de mayores comentarios:


“En la búsqueda de legitimar el poder de la empresa surge el concepto de delegación, que viene a ser el poder participado, así surgen las distintas formas de participación conocidas, participación en los beneficios, cogestión, autogestión y copropiedad".


Varios son los límites que se ponen al poder económico, en algunos casos el Estado a través de su política fiscal, controles administrativos, intervención en el proceso productivo, distributivo, etc, la legislación laboral. Además está limitado por las organizaciones solidarias que se contraponen tanto en el plano económico como en el social, al efecto citaremos los sindicatos, las organizaciones de consumidores, de proveedores, etc.

 

LA ECONOMIA EMPRESARIA Y LOS REQUERIMIENTOS ETICOS
Como punto central de la temática que venimos abordando se encuentra el trabajo humano y la empresa que proporciona el trabajo. Como sabemos, el concepto de trabajo es sumamente amplio y casi inabordable en este libro, es por eso que queremos circunscribirnos al otro polo de la relación: la empresa y el empresario. Más arriba hemos dado una descripción somera, pero creemos acabada, de los principios que nos guían con relación al trabajo.
En primer término cabe una distinción, que creemos necesaria, entre el capitalista como administrador y apoderado del capital de riesgo por el que responde, por una parte y la función del empresario, que personifica las tareas diapositivas en la dirección de una empresa.
Si bien no cabe duda alguna que en el concepto de trabajo humano se pueden contar también las funciones directivas de la economía, es decir, por ejemplo, la dirección de empresa, cabría también la posibilidad de aseverar si no cae igualmente bajo el concepto de trabajo humano la actividad de disposición y de asunción de riesgo de quien invierte capital en la empresa. Naturalmente, esta ampliación del concepto de trabajo haría difícil ver en la empresa una combinación permanente de los factores de producción: trabajo, capital y dirección.
En las modernas sociedades industriales es cada vez mayor el porcentaje de la población activa que presta servicios laborales en relación de dependencia; así vemos que la empresa moderna es una comunidad de personas, como ya hemos mencionado, integrada por colaboradores, personal directivo, empresarios y capitalistas.
Hay dos problemas que son causa de tensión dentro del ámbito laboral de la empresa, sobre todo en las grandes; uno es el trabajo especializado que se transforma en monótono, integrado por procesos parciales donde el trabajador nunca alcanza a comprender cuál es la finalidad del trabajo que realiza, y el destino de la tarea laboral que efectúa; allí podemos decir que la máquina domina cada vez más al hombre. Para superar este problema es necesario encarar con audaz iniciativa nuevos sistemas de organización del trabajo, donde los trabajadores puedan participar en la dirección y en los controles de productividad de las empresas.
El segundo es el del pleno empleo, es decir que tengan una ocupación adecuada todos los que son capaces de trabajar, lo que no deja de implicar el deber de prestar ayuda a los desocupados. Este requerimiento que lanzamos a los empresarios tiene su origen en el derecho que tiene el hombre de trabajar. Esto se extiende también a la posibilidad de brindar trabajo a los discapacitados, en el sentido de ofrecer un trabajo adecuado a sus posibilidades. Una oferta de puestos de trabajo que sólo tome en cuenta a quienes son capaces de un rendimiento pleno es una grave forma de discriminación.
Pero el tema de fondo, el problema clave de la ética, es el monto del salario, el pago de un salario justo por el trabajo realizado. Este es el elemento fundamental para realizar la justicia en la relación entre trabajadores y patrones. Es la piedra angular para la justicia de todo el sistema económico-social y su funcionamiento correcto.
Para completar estos requerimientos éticos vamos a enunciar un postulado sumamente amplio. Todo el proceso laboral tiene que ser organizado y conformado de manera tal que los requerimientos de las personas y de sus formas de vida, sobre todo de su vida familiar, encuentren la atención que se merecen, debiendo tomarse en cuenta la edad y el sexo de cada cual.

LAS EXIGENCIAS ETICAS
La empresa puede satisfacer permanentemente sus funciones dentro del todo de la economía y sus aportes de servicios para la sociedad humana, sólo si ella misma logra asegurar su existencia. En algunos momentos en que la situación económica le es desfavorable puede entrar en conflicto con la exigencia político-económica y político-social de conservar los puestos de trabajo. Bajo determinadas condiciones, la reducción de una parte de los puestos de trabajo existentes puede ser inevitable para una empresa que actúa en una economía competitiva, si de esta manera puede asegurar su existencia y conservar así al menos una parte de los puestos de trabajo. El reconocer oportunamente las amenazas para su existencia e introducir a tiempo las actividades que la aseguren son una de las exigencias de la dirección de empresas. Posee una gran significación humanitaria porque de ellas depende no sólo el destino de la empresa sino también la conservación de los puestos de trabajo.
El que una empresa pueda aportar las contribuciones materiales que la sociedad y el Estado le requieren bajo la forma de impuestos y contribuciones depende del éxito que pueda alcanzar con la venta en el mercado de sus bienes y servicios. También los costos de la sociedad humana, como se suele llamar a las obligaciones de aportes financieros de la empresa con respecto al Estado, podrán ser realizados de manera permanente por ella, si sus compradores pagan en el precio de compra de sus productos estas obligaciones de pago.

EL BENEFICIO LICITO EN EL ORDEN MORAL
Tiene que basarse sobre todo en el precio justo, esta es la norma ética a tener en cuenta; para ello, en su formación se tendrán en cuenta cuestiones de orden individual y de orden social.
Las consideraciones de orden individual a tener presente son: a) si el desarrollo de la empresa ha mantenido, en el origen y descubrimiento del beneficio, intactas todas las virtudes individuales; si el precio ha sido justo, equitativo, etc.; b) nos indicará al estudiar desde el punto de vista social, si el beneficio responde al bien social, a lo que exige el bien común y el bien nacional.
Para que el beneficio sea justo debe responder a los dos parámetros, el individual y el social; si algunos de los dos falla el beneficio podrá ser injusto, aunque de distinta manera.

PLANTEAMIENTO PREVIO DEL PROBLEMA
El problema, de acuerdo al orden de prioridad, se presenta de la siguiente manera en cuanto a su planteamiento ético. En el orden moral, ¿se han de regir los precios justos por los beneficios justos? o, a la inversa, ¿los beneficios justos por los precios justos?
Parece a primera vista que el problema de los precios es el que ha de predominar sobre el de los beneficios y, sin embargo, desde el análisis ético de lo contrario.
Para desentrañar esta cuestión comencemos por el principio. ¿Cuál es la norma para establecer un precio justo?
Si en el mercado no existen productos similares al elaborado, indiscutiblemente el primer elemento que hay que tomar en cuenta es el costo de producción, para determinar después un legítimo beneficio que ayude a fijar el precio al que ha de vender el producto. Si la empresa avanza y se perfecciona y la producción por la técnica o por otras causas se abarata, el precio podrá bajar, o por el contrario subir, si los elementos de la producción se encarecen.
Los salarios habrán de fijarse teniendo siempre en cuenta el costo de vida. Resulta así que todos los precios son variables, dependen de otras funciones, de otros elementos primarios en la vida económica, los cuales, conforme a las necesidades sentidas, a la abundancia de producción, o a las utilidades manifestadas, han ido estimándose y apreciándose. En el orden ético, el beneficio está en función del interés del capital, el cual resulta ser el primer concepto fundamental en el orden moral de la fijación del precio.
Así se puede establecer esta graduación: fijación del interés del capital, fijación del beneficio lícito y, como consecuencia de estos dos factores que por cierto no son los únicos -pero sí anteriores en el tiempo-, fijación de los precios de venta de los artículos en el mercado.
Así se evita el círculo vicioso en que de otra manera se incurre al fijar en primer término el precio justo, al determinar después el beneficio lícito, que necesariamente ha de estar ligado y dominado a su vez por el precio justo de las mercaderías vendidas.

 

EL INTERES JUSTO

 Como hemos descripto, el interés justo es el primer escalón en la fijación de los precios justos. ¿Cuál es el elemento fundamental que sirve de norma del interés del capital? Hoy día la respuesta es muy concreta, debe medirse por el valor del dinero.

Sabemos por la práctica corriente que ni el interés del capital, ni el valor del dinero, pueden ser algo fijo; en ellos influye notoriamente el problema de la inflación, sobre cuyos efectos debemos remitirnos a los análisis de los economistas. Nos limitaremos a decir simplemente que ambos están relacionados con la demanda o escasez de capitales, la posibilidad o facilidad de aplicación de los mismos, el riesgo que han de correr en las empresas que se prestan, etc.
Como la línea ética no es fácil de definir, en estos casos la buena conciencia ha de prevalecer siempre en estas cuestiones.
Con el interés ocurre exactamente lo mismo que con el precio. El interés normal legal ha de ser el punto de atracción hacia el cual vaya corriendo el precio justo del dinero, de manera que establecida la tasa por el merca do sea ésta la que rija las operaciones comerciales.
No podemos cerrar las consideraciones sobre este punto referido a la justicia del interés sin hacer referencia a un término que va ligado estrecha mente a él, nos referimos a la usura.
Vamos a precisar los contenidos de este término para evitar posibles equívocos. La usura tiene dos acepciones: una absoluta y otra relativa al interés. En el primer caso usura es el lucro percibido por el préstamo como si fuese debido en virtud del préstamo mismo. En el segundo, es el interés excesivo, o sea superior al establecido por la ley (humana o natural, según los puntos de vista).
La usura es la aceptación (simple o excesiva) por el uso del dinero dado en préstamo o, considerada objetivamente, es la compensación del uso del dinero dado en préstamo.

 

Vamos a analizar cuáles son las objeciones éticas que pueden formularse a esta forma de aceptación y compensación por el uso del dinero.
Algunos autores explicitan que los motivos por los cuales es justo el percibir un interés por el dinero prestado son cuatro circunstancias funda mentalmente externas

1) El daño resultante.

2) El lucro que deja de obtenerse.

3) El riesgo de la cosa

 

En la doctrina clásica se sostenía que:

“En justicia será necesario restaurar el equivalente en cantidad y calidad, quien exigiese más dañaría la Justicia conmutativa, porque en práctica vendería la misma cosa dos veces.  Este es el contrato llamado préstamo con sus características de la traslación de dominio y de la gratitud del uso de las cosas, de las cuales la primera justifica y condiciona la segunda, la violación de ésta es propiamente la usura, poco importa si es grande o pequeña, si se presta a pobres o a ricos, si el préstamo es para el sustento inmediato a para fines comerciales".

 

Hoy día los mismos moralistas se adhieren a esta doctrina, aunque algunos consideran que dada la situación económica actual, todo préstamo en dinero se considera un lucro que deja de obtenerse. Además, como la ley civil permite el interés, es lícito el exigirlo, con tal que este contenido dentro de los límites permitidos,

A nuestro juicio, el cambio de la situación mundial -en este caso económico requiere la correspondiente ductilidad de la norma moral, ya que generalmente se trata de que el dinero se presta a quien lo podrá multiplicar en brevísimo tiempo.

La norma moral puede cambiar por una doble razón: al tomar conciencia de lo que se debe hacer y por el cambio de los valores en juego; y segundo porque la situación que debemos considerar para formular un juicio es cambiante. Este último aspecto es lo que permite hoy declarar legítimo lo que ayer fue ilícito.

 

EL BENEFICIO JUSTO

Determinar el interés del capital en préstamo, cabe avanzar hacia la resolución del beneficio justo de una empresa, lo que se llama determinación del dividendo:
La razón de ser del mismo dividendo es el riesgo que corre el capital Invertido en un negocio. Del mismo modo que el interés del dinero, el riesgo es uno de los elementos que lo puede medir. La estimación ética nos puede dar algunos elementos que nos indiquen el justo dividendo.
El economista WAGNER afirma que siendo el riesgo el elemento discriminador del interés y la ganancia, puede ser perfectamente el doble el interés de las acciones con respecto a las obligaciones.
El dividendo desde el punto de vista moral no puede medirse sencilla mente por el monto, porque pueden haber causas extraordinarias que justifican la obtención de un alto dividendo como ser un golpe de suerte, una falta de competencia, etc. pero si no se dan esas circunstancias extraordinarias habría que analizar si en cambio no se pueden reducir los precios de venta o beneficiar de alguna forma al consumidor.
JUAN DUNS SCOTO, uno de los moralistas antiguos de concepciones muy rígidas, sostiene, "que el comercio es un ejercicio útil al bien de la nación" dice que: para que sea lícito igual que su beneficio se deben cubrir dos razones. En primer lugar que sea útil a la nación; en segundo lugar, debe ser correspondiente a la diligencia puesta en el negocio, a la prudencia y solicitud del negociante y al peligro mismo del negocio y del dinero".

EL PRECIO JUSTO

Como manifiestan algunos economistas, el precio justo no es una utopía, sino una realidad que hay que buscar y hay que hallar.
En todos los contratos entra necesariamente el concepto de justicia e injusticia, por consiguiente en el precio hay que considerar el mismo concepto:
Hoy en día no es difícil accionar sobre la oferta y la demanda, fácil también por la propagación de noticias falsas que tendenciosamente influyen en la variación de precios con apariencia de moralidad. Por lo tanto, hoy el problema del precio justo tiene que separarse del precio corriente o precio de mercado.
Los economistas, a esta idea del precio justo, la estimaron siempre como demasiado subjetiva. La razón verdadera de rechazar el precio justo está dada por querer separar la economía de la ética -cosa totalmente imposible ya que en todo problema económico- práctico se esconde un problema ético.
Siendo el precio medida de valores, será justo el precio en que se dé el valor económico al bien con justa exactitud teóricamente el precio normal debería ser siempre justo. En una economía ordenada y razonable el precio corriente también lo debería ser, pero puede no serlo.
El precio puede ser injusto con respecto a la persona directamente relacionada comprador respecto a vendedor); o con respecto a la sociedad en general, la cual puede quedar dañada por efectos de una transacción.

DETERMINANTES MORALES E INMORALES DEL BENEFICIO ECONOMICO

Cada vez que incursionamos en el campo industrial y comercial de cubrimos nuevos problemas relacionados con la ética. Vamos a realizar listado de los que consideramos más importantes.

-La ética sobre la naturaleza de la competencia.
- La naturaleza de los precios de venta.
- Los medios que para incidir sobre éstos se ponen habitualmente
en práctica:
- fraudes y falsificaciones de productos;
- mentiras comerciales;
- elevaciones de precios;
- comisiones y regalos;
- evasión de gravámenes fiscales.

NATURALEZA Y CLASES DE COMPETENCIA. LO ETICO Y LO NO ETICO

El concepto de competencia es de orden puramente económico. El medio de la evolución dinámica de la economía, el ideal de la misma, es mantener en cada momento el máximo de equilibrio, entre la producción y el consumo, como medio necesario para él, en la salida y venta de productos.
El régimen de libre competencia ha de suponer, teóricamente por lo menos, que esa competencia lleva a la economía hacia el equilibrio perfecto, manteniendo una estabilidad en los precios de venta, y si es posible llegando a precios únicos o casi únicos en el mundo económico, supuestas natural mente, las desigualdades ocasionadas por los costos de transporte, aduanas, etcétera.
Supone la competencia perfecta una conducta racional por parte de compradores y vendedores, un pleno conocimiento del mercado, una ausencia de luchas, una movilidad y divisibilidad completa de los factores de producción, en una palabra una condición de equilibrio perfecto en medio de un ininterrumpido avance de la economía.
La competencia es, en parte, función de la demanda y del producto sometido a ella. En productos de demanda nada elástica, la variación es más difícil y por consiguiente tiene menos campo de acción (ej., venta del pan), en cambio en producto de demanda muy elástica, que varía muy rápidamente con las situaciones, los tiempos del año, etc, el margen de competencia es más amplio
Una competencia económicamente pura supondría un conocimiento pleno del mercado por parte de todos los competidores, una coincidencia de ideas en todas las empresas, una tendencia fija hacia el mismo objetivo, en síntesis, una tendencia continua al equilibrio perfecto.
Económicamente, la competencia perfecta es más posible en un régimen de progreso acelerado, donde los precios se transmiten a todo el mundo en instantes, donde la barreras aduaneras son nulas y la política económica se basa en un régimen de libre cambio completo.
En el orden moral, la competencia puede asumir dos formas: una, la de la competencia leal, que se hace por medios justos y a la luz del día: la otra, la que aparece revestida de medios y procedimientos injustos. Todo lo que hemos expuesto con relación a los precios es de aplicación a la te orla de la competencia. Es, lo mismo que los precios, la competencia puede tener formas justas, inequitativas y sucias.
Si la competencia razonable es perfectamente ética y a la vez incentiva a un mayor perfeccionamiento de la vida empresaria, la competencia ruinosa no puede ser calificada sino como no ética.
Cuando hablamos de competencia ruinosa, nos estamos refiriendo a aquella que realiza un empresario con la finalidad de adueñarse del mercado y convertirse en monopolista. Cuando las empresas involucradas en competencia ruinosa son empresas que han gastado mucho dinero en inversiones no pueden fácilmente desplazarse, terminan de ordinario con fusiones compras de las competidoras.
Pero cuando se trata de empresas que no poseen grandes capitales la lucha finaliza con la derrota de aquella que por poseer menores recursos no puede subsistir y así se llega al monopolio. Este tipo de competencia es totalmente inmoral.
Quizá no se pueda decir que esta competencia es injusta en orden a la Justicia conmutativa, pero si a la justicia social y con mayor daño a la caridad. Esta competencia y sus métodos entran dentro de la categoría de los negocios muy sucios.
Se puede presentar el caso de que por ser el precio tan bajo, cualquier comprador se da cuenta que el producto no es legítimo o no se ha obtenido legalmente, y por lo tanto no se llama a engaño. En tal situación el engaño que comete el vendedor es un fraude solo aparente, ya que por el precio que se paga no se podría obtener otra cosa. A pesar de todo, el engaño que no llega a fraude es desleal.
De las falsificaciones, sobre todo en materia de alimentos, hay que distinguir lo pecaminoso de lo criminal
Las falsificaciones de alimentos son frecuentes: leche, vino, huevos, etc., pero pueden darse sin empleo de materias tóxicas, o el empleo de éstas en pequeñas cantidades que no pueden dañar la salud del que los ingiere. También habría que considerar si existe o no legislación al respecto. Si no existiera legislación, el caso debe ser examinado como si se tratara de una ley obligatoria en conciencia
El comerciante que vendiera productos fraudulentos a precios normales, atenta contra la justicia gravemente si el hecho se produce en grandes cantidades, y levemente si lo hace en pequeñas cantidades, estando obligado a restituir al comprador defraudado la parte pertinente.
La cuestión es mucho más importante si se trata de productos tóxicos, que necesariamente han de estar prohibidos por el derecho natural, por la costumbre o por la legislación.

a) MENTIRAS COMERCIALES

Aquí debemos considerar dos clases: las que parecen y no lo son; y las que parecen y lo son. Cuando hay una base suficiente para pensar que el presunto engañado no cree lo que se dice, la mentira deja de serlo en sus efectos. La mentira supone ánimo de engañar, desde luego, pero al mismo tiempo supone que efectivamente se engaña. Estos fraudes no tienen importancia en el orden de la justicia.

EL ALZA DE PRECIOS EN EL ASPECTO SOCIAL

La riqueza de una sociedad no depende de la cantidad dinero que posea, sino del poder de compra del mismo, para que con poco dinero se puedan comprar muchas cosas.
Conforme a la teoría cuantitativa del dinero, mientras más abunde éste y se mantenga la misma cantidad de bienes y servicios contra los cuales se puede cambiar, bajaría el valor del dinero.
Quien sin razón contribuye a disminuir el valor de compra de la moneda en casos particulares, tiende a que esa situación se generalice y por lo tanto los precios suban al permanecer estable la oferta de bienes y ser vicios, y como consecuencia de ello, el bienestar decrece.
La realidad económica nos indica que un alza de precios influido por el aumento de las ganancias del vendedor tienda a que paralelamente los demás precios aumenten y, por consiguiente siendo los precios más altos con la misma cantidad de dinero, el bienestar disminuye.
Esto puede suceder por el juego y mutuo influjo de los precios conexos, en esta serie hay que mirar aquellos precios que son fundamentales en los procesos de producción y distribución, como serian la luz eléctrica, la fuerza motriz, los combustibles, etc., los cuales si efectivamente suben, arrastran tras de sí una serie de precios de ellos dependientes.
Todo comerciante que sin otra razón que lograr una ganancia superior a la normal eleva sus precios contribuye, por lo menos, a un mal social y a la disminución del poder de compra de la moneda y al daño general de la nación. En estas circunstancias la justicia social no sale bien parada.
Esto puede ser el origen del llamado mercado negro, que puede tener su arraigo en el Estado, con el racionamiento de mercaderías, o en la acción de los empresarios que detallaremos a continuación.
Consiste en el hecho de comprar a un precio elevado bienes que después aprovechando su escasez, producto del ocultamiento, se venden a un precio muy superior al abonado. Quien de esta manera compra y vende, está revendiendo, aunque el beneficio suyo sea relativamente exiguo, a precios injustos y, por lo tanto, este beneficio puede considerarse como injusto y dañoso. No puede alegar que el precio al que lo adquirió era relativamente alto, porque lo sabía y sabiéndolo lo compro; de manera que hizo de un precio injusto base de una ganancia ilícita. El ansia de ganancia manifestada por el empresario que sin razón real subió los precios de sus productos, influye de perversa manera en otros empresarios, por aquello que se ha denominado conductas imitativas, los cuales al apreciar el beneficio mayor del primero, aumentan también sus precios
Un alza generalizada de los precios trae como consecuencia una disminución en el poder de compra de la moneda y un encarecimiento rápido de la vida, lo cual tiene que hacer necesariamente que los precios, en círculo vicioso, vayan subiendo más y más y el margen de beneficio haya de ser nominalmente mayor, aunque en realidad sea igual que antes.
Socialmente obran muy mal y faltan contra la Justicia social quienes sin razón, aunque sea dentro de los límites de la justicia conmutativa, venden sus productos algo por encima del precio normal y tienden a aumentar sus precios para acrecentar sus ganancias.

COMISIONES Y REGALOS

Se comprende que hay una razón especial que no es la bonificación ligada al cumplimiento de un contrato. Generalmente las ofrece al comprador el vendedor para impulsar a la compra una ventaja gratuita. Tales boni ficaciones, se comprenden que no ofrecen dificultad alguna a la ética. Son de suyo pequeñas sumas libremente ofrecidas y aunque estén comprendi das en el precio de venta son insignificantes.
También se da el caso de grandes casas que ofrecen bonos y obsequios, su precio se deduce de los beneficios. Pero si los incorporan al precio de los productos defraudan en alguna manera la calidad o cantidad de aquéllos, y entonces tal práctica tiene que ser necesariamente desechada.

EVASION DE GRAVAMENES FISCALES

Tema que aquí vamos a encarar está relacionado con una problemática de gran actualidad por lo que significa no solamente para el empresario tal comportamiento, sino por las repercusiones que tiene sobre las finanzas del Estado.
Una pregunta clave es: ¿se pueden evadir los gravámenes fiscales? Los tratadistas de la ética parten del supuesto que todas las leyes justas son obligatorias en conciencia
Ocurre hoy que las leyes fiscales son tan complicadas porque tienen que abarcar tantos y tan diversos casos, el mismo bien común que es el fin necesario de la ley, hace que muchos casos sean de difícil interpretación. ya que deben considerarse circunstancias de tiempo, lugar y persona.
La doctrina es clara, pero la práctica es peligrosa. El egoísmo y la avaricia fácilmente pueden conducir, para librarse del pago de cargas fis cales, al uso de procedimientos injustos, y entonces ya se cae de lleno en lo ilícito.
Las razones externas-que otras -de que siempre son los buenos los que pagan y están en peor situación que los malos que se basan de toda clase de medios- valen algo más porque se supone que el Estado quiere, ante todo, la justicia distributiva exacta
Si se perciben impuestos del conjunto de la sociedad y si la suma total se distribuye de acuerdo a la renta, al patrimonio y otros factores convenientes, entonces será cierto que la carga que recaiga sobre uno significará una desgravación para otro Impera aquí la distribución socialmente justa. Así el individuo que paga los impuestos realiza un acto de índole socialmente justa. Y si se realiza esta acción respaldada por una actitud ética interna, con carácter honrado, entonces da prueba de poseer la virtud de la justicia social.
La virtud de la justicia social tiene, pues, por objeto lo justo social (o el bien como norma jurídica). Predispone al hombre a aceptar aquella participación en las cargas y deberes que le corresponde según la distribución justa, esto es, de acuerdo con el reparto equitativo en el bien común.
"La justicia sociales, por lo tanto, la virtud de la causa por la cual el individuo acepta de buen grado la función de la comunidad"
El sistema jurídico de impuestos según el cual se determinan cada una de las cargas tributarias, en cuanto se ajustan a cada contribuyente en el ámbito de la totalidad, representa la obligación social que cada uno debe cumplir mediante las prestaciones determinadas en cada caso. Si uno comete evasión fiscal, perjudica a la totalidad y, por consiguiente, sufre también un perjuicio el que paga su parte, ya que en realidad paga más de lo que exige la justicia estrictamente distributiva, por cuanto su prójimo no ha entregado su aportación al bien común. Cuanto mayor es el número de los que incurre en evasión fiscal, tanto mayor es el deber que recae sobre los ciudadanos socialmente justos, puesto que la suma alcanzada ha de serlo en consideración al fin de la comunidad.
Por contradictorio que pudiera parecer, en estas acciones, el ser humano se siente a la vez libre para hacerlas o no y, al mismo tiempo, "obligado” a seguir determinadas pautas o normas de actuación. De estas cuestiones, no siempre fáciles de resolver, se ocupa una ciencia filosófica, la ética o filosofía moral.

 

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